Una
vez más comprobamos, como el fanatismo religioso, se cobra vidas, en aras de la libertad de expresión. Es como si la democracia y los valores que
ella misma sustenta, fuese pasto de las llamas, de los que desean ser ellos
mismos los dinamiteros, de su propia supervivencia.
No
se dan cuenta, que el fundamentalismo, es anacrónico, con una democracia, que
pertenece a todos, y que cuando un país les abre los brazos, en nombre de la
libertad, del derecho de asilo, lo que se desea es compartir esos valores,
porque son transmisibles, inalienables, y no transferibles, porque forman parte
de un espíritu que un día lejano, dijo ,
“no” al absolutismo, al “Ancien Régime”,
al fascismo, en resumidas cuentas;
a la intolerancia.
Es
así como nos pagan, los que reciben bienes, de los que ellos llaman,
“infieles”. Deberían leer de verdad a
Mahoma, y al Corán, para darse cuenta,
de que lo que predicaba era contrario, al fanatismo, de los que tratan de
aniquilar los valores de la vieja Europa, y por ende, de los países llamados
democráticos.
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